Asociaciones animalistas denuncian las condiciones en las que vive el 88% de la población de aves ponedoras
Con las plumas arrancadas, el pico cortado, sin apenas espacio para moverse, o pisando sobre los cadáveres en descomposición de sus compañeras. Con estas impactantes imágenes, tomadas en granjas españolas por la conocida fotógrafa canadiense Jo-Anne McArthur, la ONG Igualdad Animal quiere concienciar a los consumidores sobre cómo viven las gallinas enjauladas que producen huevos.
En España hay censadas 46.732.917 gallinas ponedoras, según los últimos datos de 2017 del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, y de ellas el 88% nunca sale de una caja de alambre ni ve la luz del sol. Son criadas en el sistema de jaulas, uno de los cuatro métodos de producción de huevos regulados por la normativa europea que el consumidor puede diferenciar en el mercado con un código numérico: el 0 indica producción ecológica, el 1 campera, el 2 en suelo y el 3 en jaula.

“La cría de gallinas en jaulas es uno de los sistemas que más sufrimiento genera a los animales en la ganadería industrial. Los consumidores tienen derecho a conocer esta información, y en Igualdad Animal vamos a trabajar sin descanso para poner fin a este sistema cruel”, asegura Javier Moreno, director de Igualdad Animal.
Desde la Asociación Española de Productores de Huevos (ASEPRHU) recalcan que los cuatro sistemas están avalados por la normativa europea. “Si el sistema en jaulas fuera inaceptable desde el punto de vista del bienestar animal no estaría aprobado por la UE, que ahora mismo tiene la regulación más exigente sobre el tema. Si está aprobado es porque no es mucho peor que los demás”, defiende Mar Fernández, directora de ASEPRHU.

Para poder evaluar el bienestar de los animales, los veterinarios utilizan los principios referenciales europeos de Welfare Quality, que valoran diferentes parámetros relacionados con la alimentación, el alojamiento, la salud y el comportamiento de los animales. Uno de los apartados hace referencia a que el animal debe de tener facilidad de movimiento. “Las gallinas para su propio cuidado corporal y mantener su confort necesitan extender y agitar las alas, y entendemos que en las jaulas es imposible que realicen este tipo de actividades”, explica el veterinario y activista Alfonso Senovilla.
Senovilla argumenta, además, que la vida enjaulada es perjudicial para la salud de las aves. “Las condiciones de hacinamiento provocan problemas de osteoporosis, una pérdida de la estructura ósea. La debilidad de los huesos puede llevar incluso a la parálisis y la muerte del animal”.
Estos parámetros de bienestar animal están recomendados pero no son obligatorios. “A día de hoy Sanidad comprueba el cumplimiento de la ley. Si se cumplen los centímetros de las jaulas y si las gallinas tienen comida y agua. A no ser que haya unos problemas de salud muy grandes, tampoco pueden actuar”, comenta el veterinario.
La directiva europea de 1999 obligó a que todas las granjas de gallinas cambiaran sus jaulas a partir de 2012 por las llamadas “acondicionadas”, con las que se pretendía paliar los principales problemas del sistema. Las jaulas acondicionadas deben disponer de un espacio de 750 centímetros cuadrados de superficie por gallina, algo más del tamaño de un folio por animal, y añaden complementos como un palito al que subirse o un nido donde poner los huevos.
“Las jaulas se mantienen por varios motivos: uno de ellos es que el nivel de higiene de los huevos que se obtiene por término medio es mejor; en gallinas libres de jaulas, aunque disponen de nidos, siempre habrá animales que pongan huevos en el suelo y estos con facilidad se ensuciarán o agrietarán y no valen para el consumo humano directo. Otro motivo es que en jaulas es más fácil inspeccionar a los animales, detectar posibles enfermos y ver si están comiendo correctamente. Todo esto conduce a una mortalidad, durante el ciclo productivo, ligeramente inferior en jaulas”, apunta Francisco Javier Diéguez, profesor de Producción Animal en la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Santiago de Compostela. “La salida al exterior favorece mucho las condiciones de bienestar en muchos sentidos. Fuera de las jaulas, aunque las densidades de animales también sean altas, sí es verdad que las gallinas tienen más espacio por donde desplazarse tanto horizontal como verticalmente, lo que reduce el estrés y mejora el bienestar en general”, subraya.
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